lunes, 16 de abril de 2012
martes, 10 de abril de 2012
El mar es, un gran ojo triste.
Los hombres, afilan sus
herramientas, desenredan las atarrayas. Los hombres morenos del sol. Hombres
con piel brillante. Hombres que empujan sus lanchas. ¿De qué vive la gente de
éste lugar? Pescan. - por la blanda arena
que lame el mar- . Ellos afilan sus cuchillos, ensangrentados de sus ropas
sacan lonjas del mantaraya, otros lavan, quitan las escamas. A dos dólares, a dos dólares el boca
colorada. Hay pescado secándose en
las rocas, embadurnados de sal. – Me da la impresión de que son cadáveres como
las imágenes que he visto sobre la segunda guerra mundial -. Mi único
acercamiento con el agua, cuando de verdad me siento parte de ella, es cuando
voy a la piscina todos los días. Me levanto temprano, llegó y pongo mi bañador,
hago un breve calentamiento y me sumerjo. Desaparezco. 50 kilómetros para
llegar a la otra orilla, y sentirme orgulloso de mí. Avanzo siguiendo la línea
azul de los azulejos que están abajo. Avanzo con las piernas, respiro en la
brazada derecha, me coordino con la izquierda, soy agua. – Lo más importante en
la natación no es cuánto avanzas, sino, con qué calidad lo haces, lo importante
es relajarse –. Relajarse implica ir con el agua, ser ella. Desaparecer. Cuando nado, todo mi cuerpo está
concentrado en una sola actividad, es por ello que mi mente se ocupa de muchas
cosas. Respiro. Tomo aire por la boca y hago burbujas con la naríz. En el
puerto, las mujeres venden calamares, langostas, cangrejos, conchas, tiburón,
etcétera. Aquello está impregnado de sal y sangre. Todo es húmedo. Yo me tomo
fotos, con mi bronceado, con mis gafas, y veo un barco, un helicóptero, vea la
gente. Ellos (los pescadores) preparan sus lanchas, se aproximan y bajan al
mar. Otros suben y traen la pesca, la ganancia. Hombres que le arrebatan al mar lo que le pertenece, y es por eso que
de vez en cuando el mar se venga y nos arrebata a un hombre. Mientras otros
bailan degustando de un platillo de langostas y filetes de res, pagando por que
un conjunto musical toque sus canciones favoritas; otros buscan desesperados
que un amor se le ha ido. – Yo le llamaba, le llamaba. Luego me dijeron que
estaba desaparecido -. Cuando nado todos los días en la piscina, desaparezco. Te vas Alfonsina vestida de mar, que poemas
nuevos fuiste a buscar. El mar es, como un cielo caído. La madre de Ulises
ya no espera como Penélope, camina en busca de su hijo, camina hacia el
horizonte del mar, se va y solo queda sobre el agua su velo mientras Penélope
desesperada la ve, a la orilla de las olas. En la piscina el agua es estática,
está muerta. En el mar el agua se mueve ¿por qué se mueve el agua?, porque está
viva, porque el mar está vivo. De repente las olas son más fuertes y el guardavidas anuncia con su
silbato que la gente debe salirse porque es la hora en la que la marea sube,
pero la gente no entiende cuando se divierte. – “La gente está sentada
tranquilamente, tomando el café mientras observa su televisor donde transmiten
las estadísticas de los muertos… y siguen tomando el café tranquilamente”
- (Alejandro Casona “La Barca sin Pescador”). Tres muchachos, hermosos muchachos, jóvenes,
vivos, entran al mar, dos de ellos se salvan, el otro, desaparece. – Hay marea roja - ¿Por qué el mar se pone
rojo? No hay otra explicación, es sangre. El mar llora sangre. Está cansado,
está furioso. El mar, no es “El mar” es “La mar”; porque es mujer, porque es
madre. La mar sangra como una mujer en su periodo, llora como una mujer que ha
perdido a sus hijos. Y se venga como una madre furiosa.
La mar es más inmensa que la tierra. ¿Y si me voy en esa dirección, recto, hacia el horizonte, voy a dar a Japón? …una voz antigua de viento y de sal, …Y te vas, más allá, como en sueño Alfonsina, vestida de mar… El mar es un gran ojo triste, de madre. El mar es un cielo caído, a donde va la madre de Ulises, a donde va Alfonsina, y donde se pierde Ulises. Un Ulises que fue vomitado nuevamente, entregado a una mujer que no sabe, que no ha sido madre. La mar se venga y tiene compasión de una mujer de cabellos ondulados (un cabello de mar o un cabello de sol), es Penélope. Hace mucho, pienso, mientras avanzo hacia el otro lado de la piscina, perdí un Ulises y a una Alfonsina, arrebatados por una carretera y no por el agua. Avanzo y perfectamente podría quedarme, parar, detenerme en medio de la nada líquida, silenciosa, vacía y desaparecer de verdad en aquel largo carril de la piscina, aquella carretera. Eso pienso mientras nado, mientras avanzo. Pienso en Ulises y su angustia, porque él a diferencia de Alfonsina y la madre, no quería desaparecer en ese, inmenso, pero inmenso, cielo - caído – Ulises que quería volver a ver a su Penélope. Un Ulises que volvió en una caja de madera envuelto, no en sal, sino en un montón de café. Y todos en el velorio tomamos café tranquilamente mientras otros comen langostas y pagan porque les toquen una canción que los hará bailar. Esa es la vida, esa es la mar. Te abrazo Penélope. No vuelve Ulises y nunca volverá, como Alfonsina, o como la madre. Me quedo en medio del carril, de la carretera, me termino mi langosta, corro a tomar café en un velorio y te abrazo Penélope, te abrazo para que descanses un instante y hablemos de lo salada que es la vida mientras caen de nuestros ojos gotas de mar.
La mar es más inmensa que la tierra. ¿Y si me voy en esa dirección, recto, hacia el horizonte, voy a dar a Japón? …una voz antigua de viento y de sal, …Y te vas, más allá, como en sueño Alfonsina, vestida de mar… El mar es un gran ojo triste, de madre. El mar es un cielo caído, a donde va la madre de Ulises, a donde va Alfonsina, y donde se pierde Ulises. Un Ulises que fue vomitado nuevamente, entregado a una mujer que no sabe, que no ha sido madre. La mar se venga y tiene compasión de una mujer de cabellos ondulados (un cabello de mar o un cabello de sol), es Penélope. Hace mucho, pienso, mientras avanzo hacia el otro lado de la piscina, perdí un Ulises y a una Alfonsina, arrebatados por una carretera y no por el agua. Avanzo y perfectamente podría quedarme, parar, detenerme en medio de la nada líquida, silenciosa, vacía y desaparecer de verdad en aquel largo carril de la piscina, aquella carretera. Eso pienso mientras nado, mientras avanzo. Pienso en Ulises y su angustia, porque él a diferencia de Alfonsina y la madre, no quería desaparecer en ese, inmenso, pero inmenso, cielo - caído – Ulises que quería volver a ver a su Penélope. Un Ulises que volvió en una caja de madera envuelto, no en sal, sino en un montón de café. Y todos en el velorio tomamos café tranquilamente mientras otros comen langostas y pagan porque les toquen una canción que los hará bailar. Esa es la vida, esa es la mar. Te abrazo Penélope. No vuelve Ulises y nunca volverá, como Alfonsina, o como la madre. Me quedo en medio del carril, de la carretera, me termino mi langosta, corro a tomar café en un velorio y te abrazo Penélope, te abrazo para que descanses un instante y hablemos de lo salada que es la vida mientras caen de nuestros ojos gotas de mar.
sábado, 7 de abril de 2012
La mente se enciende con el calor
Hace un calor innecesario que no
me deja dormir y mi mente ha estado desde un gran rato armando las más
ingeniosas y absurdas ideas para dramas que quiero escribir. El calor sofoca.
El calor, despierta. El calor libera. Un calor que de nos ser por el ventilador
en estos momentos la casa estaría incendiada – imagino el incendio y de dónde
proviene – hay tantas cosas en las que se ocupa mi mente.
-
Le dije a mis alumnos pequeñitos que jugaríamos
a representar el cuento La Caperucita Roja, una de ellos, que tiene nueve años,
me dijo si sabía que otra historia se escondía tras el cuento, y luego me
preguntó, si quería escucharla.
Evité poner cara de atónito y serenamente le dije que si sabía que se
escondía tras el cuento que nos lo dijera. Antes aborté la idea y les dije que…
pensé en otro cuento… Todos los cuentos infantiles tienen una historia
escondida, no se me vino mejor idea. Cambié al verlos no muy animados con eso
de jugar a montar los cuentos (pobre Charles Perrault o Hans Christian Andersen). A partir de pensar
en Perrault terminé proponiéndoles que jugáramos a que estábamos en un juicio,
lo cual, les emocionó mucho. Soy más ingenuo que mis niños.
A partir de Anderson, me acordé
de un cuento de él que se llama Ruiseñor y de ahí llegué a Matar a un Ruiseñor,
y de Harper Lee, llegué a Truman Capote, con El Arpa de Hierba y A Sangre Fría,
para luego pensar en la buena interpretación del actor que no acuerdo su nombre
en la película sobre éste último libro y vida del autor que se llamaba… Ah, sí,
Historia de un crimen. De Truman, a Andy Warhol y claro a Tennessee Williams y
de ellos a Arthur Miller, de Arthur Miller a Henry Miller y a otros Miller incluyendo a Liliana Felipe. Entre todo
aquello me dije, Truman, Andy, Tennessee y Arthur debieron conocerse,
aunque tengo constancia que Truman,
Tennessee y Arthur sí se conocieron. De Arthur pensé en Marilyn Monroe y de
cuando Truman fue a su casa y le dijo que el cuadro que tenía en su pared
estaba de cabeza, le dijo, querida el Matisse está al revés.
Me levanté y leí los poemas de
Marilyn que me recomendaron para leerla y que se me borrará de la mente que era
una blondy, definitivamente sus
poemas me gustaron mucho y sigo creyendo que es una blondy, es más con ella se debió haber fundado la estética literaria
blondy. Seguramente está ligada con
la literatura rosa o pop como la de Manuel Puig. Me a cordé de la película Los
Caballeros las prefieren rubias, pienso que nadie sabe que ella le copió a Rita
Hayworth y de ahí todas las rubias hasta Madonna en Erótica. ¡Dios santo! Debo
terminar el libro de Manuel Puig La Traición de Rita Hayworth que es muy bueno.
A partir de eso acordarme de no
haber terminado un libro, pensé nuevamente (porque ya había llegado a ésta
conclusión con anterioridad y varias veces) que soy un promiscuo literario, no
he terminado con uno cuando ya quiero el otro. Y en orden no he leído de mi
estante de libros, al menos no he terminado, de forma cronológicamente
regresiva: Mi nuevo libro de obras de teatro de Arthur Miller, el de ensayos de
él, el de cine de Ingmar Bergman, el de Doris Lesing, el de las obras de teatro
de Prestley, El Erotómano de Ian Gibson, el de Elia Kazan, el de Samuel Robinski
la obra de teatro que escribió sobre Monseñor Romero, ese de Manuel Puig, el de
ensayos de Huxley, y del que tengo que hacer una tarea, el de William Blake. En
fin, seguramente se me escapa alguno…
¡Qué calor! Estoy cansado y voy a
tratar de dormir, y tratar de olvidar entre tanta cosa, la razón por la que me
siento un tanto triste. Mañana, es posible, la tristeza se disipe con un poco de lectura.
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