jueves, 18 de octubre de 2012

Uno de esos días, inevitablemente...

Puff. Ya tenía mucho de no escribir aquí.
Me estaba reservando el espacio para hacer un resumen de algunas cosas.
Ahora, fue inevitable.
Ya había apagado la máquina.
Me puse la pijama, me acosté dejando la alarma lista.

Allí, mientras escuchaba un perro ladrar
y con un dolor en el pie, porque me lastimé en las gradas...
Sentí una sensación, entre hambre, ganas de vomitar, incomodidad en el diafragma.
Algo me dolía y no era físico.
Los recuerdos.

Salí un rato a tomar aire, sentía que me faltaba. Comencé a necesitar todo eso que me faltaba. Caí decepcionado ¡en lo que me he convertido! Uno de eso días dice Truman en Desayuno en Tiffanys que no son oscuros, sino...
Dialogaba conmigo. Resentía. Y necesité caminar, caminar mucho, aunque sabía que era peligroso y no lo hice.

Ahí estuve, enfrentándome.
Recordé frases escritas sobre un papel de vidrio.
No pude más y caí.
Caí de golpe y me atreví a escribir.

Y lo escribí todo, lo dije, lo vomité.
Absolutamente todo salió con una fuerza de hidrante, con putiadas, con gritos, con espacios y espasmos, con vísceras.

Hasta romper el papel y quedar totalmente cansado para poder ahora sí, en vida, descansar en paz. Espero que haya servido.