Está sentada junto a mi en una banca, fuera del supermercado. Se
sentó cuando yo ya estaba allí. Tenía puesto su uniforme de trabajo, muy
maquillada, impecable. Se sentó junto a mi. Sacó el teléfono. Marcó.
Movió su cabello lizo para colocarlo tras su oreja.
- Hola, Licenciado, le llamo por lo de mi caso.
Saco unos papeles de la cartera.
-
Sí, lo que pasa es que me hablaron del tiempo. Me dijeron que me
llamarían y ya cumplí el mes... por eso le llamo. Necesito que me dé una
respuesta... Mi nombre es Maritza Abigail Lozano de Orellana.
Su
cabello ocultó su rostro y el teléfono. Juntó las piernas. Casi se le
cae la cartera y la tomó de inmediato con su brazo izquiedo, arrugando
los papeles.
- Sí, mi caso es: divorcio por paradero desconocido... Entonces, estaré pendiente, ¿hoy en la tarde?, ok, adiós.
Guardó el teléfono y los papeles. Pasó su mano por su cabello para colocarlo tras su oreja. Vió hacia el frente, yo también y
Silencio
martes, 28 de febrero de 2012
martes, 14 de febrero de 2012
De
un día cualquiera
De acuerdo con la
cábala, los tiempos respiratorios reciben un nombre. Ellos darán forma al
corazón humano y su sexo, a la irrupción de las pasiones. Saber que la pasión
es material y que está sujeta a las fluctuaciones plásticas de la materia le
dará potestad al ser humano sobre las pasiones y ampliará su soberanía.
Alcanzar las pasiones a través de sus fuerzas, en lugar de suponerlas
abstracciones puras, inviste al ser humano a la sabiduría…
Comencé escribiendo esto,
inmediatamente llegar a mi casa y encender la computadora. No lo terminé, casi
nunca termino nada, y digo que casi nunca, porque anoche, sí terminé mi última
pieza de teatro y tengo la idea para comenzar la siguiente. Ahora bien, por qué
no terminé ésta dubitación sobre el hombre, sobre la vida, porque comencé a
llorar, ahí frente a mi pantalla, mientras escuchaba música, dejé el teclado,
tomé mi grabadora de periodista y grabé mi llanto, mi soledad, mi
incertidumbre, mi dolor.
Al escuchar la grabación, era como si
escuchara el llanto de un niño que abandonaron en un centro comercial su
padres, en otro país, como si nunca le permitieron usar los zapatos
inmediatamente se los compraron, porque nunca tuvo la oportunidad de tener el
juguete que siempre soñó. Un niño que una vez pensó matar a toda su familia, un
niño que soñaba con recorrer el mundo a pie. Un niño que quería ser actor de
cine cuando fuera grande, y que su venganza contra el mundo consistía en ser
mejor que los demás, en ser correcto, en ser bueno.
… Entré a mi casa después de un día
cansado, de ver gente, de escuchar gente, de oler gente, con mi nuevo libro en
la mano. Coloqué el libro y pensé en leerlo. Decidí forrarlo y forrar el que
andaba leyendo, el de Priestley; luego vi que había dejado el de Doris Lessing
sin terminar y decidí forrarlo también, luego vi que de igual manera no había
terminado el de Donna Tart y me faltaba el de Henrry James. Todos los libros,
sobre mi cama, forrados, unos comenzados, otros por comenzar, y el nuevo, no
los leería en ese momento. Se están acumulando libros que debo leer. Antes
acumulaba y por eso tengo una gran biblioteca de libros, leídos, ah y también
no he terminado el de Shakespeare, en fin, tengo tanto que leer. Pero decidí
mejor escribir un pensamiento que traía sobre la existencia del hombre y sus
respiraciones, es decir, su tiempo, no pude más, exploté.
En la grabación de mi llanto, pude
escuchar un vacío, me aterran los vacíos, los silencios. Un buen actor es aquel
que puede llenar los silencios, el que sabe mantener las pausas. Estoy
cambiando. Tengo sed, voy y tomo agua. Tomé y sentí más sed, me había
deshidratado de tanto llorar. A veces pienso que solo yo sé que me pasa, pero
no, no lo sé. Necesito leer, necesito escribir, es parte de mí, pero esta
noche, he llorado, como niño que le falta su mamá, que le falta su hermano, que
le falta su juguete, he llorado como todos, he llorado como yo, solo lo he
hecho, y lo seguiré haciendo…
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