lunes, 6 de mayo de 2013

Entre nos y entre vos

Ahí vamos de nuevo. Precisamente cuando alguna que otras fisuras dejan de ser arrugas y otras se vuelven maleza, los mosquitos atacan cada poro, como si los conocieran, como si fueran dueños de ellos, su cráteres.

Somos cráneos decía una amigo en una correspondencia, así, cráneos. Yo me siento inválido y enyesado, y me pica el yeso, me rasco y quedan cicatrices. Ahora más que nunca me vuelvo yeso, me vuelvo cicatriz  me vuelvo carne rasgada y morada, carne trémula-tímida, intima.

Mañana viene una migo de Nicaragua a quedarse conmigo, me causa una ternura enorme, tengo nada que ofrecerle pero es un espejo para mi. Yo necesito ayuda y tendré que dársela a otro. Y por otro lado sigo comunicándome con otras personas a través de un correo que posibilita originar el monólogo. Pero he aquí que soy nada y cuando eso pasa, me convierto a mí mismo, a buscar de entre algunas cosa qué queda de quién fui, o qué queda de quien soy.

Siguen picando los mosquitos, se llevan mi sangre, llora mi piel.