En Santa Ana todo es más pequeño
dice José Abraham, estudiante de último año de bachillerato en TICS del INSA
(Instituto Nacional de Santa Ana) y que, además, pertenece al Grupo
Universitario Teatral (Gruta) de la Universidad Autónoma de Santa Ana (UNASA),
el día que fuimos al cine, después de asistir a una reunión del Comité Nacional
Universitario de Teatro (CoNUT) en San Salvador. Al terminar la reunión en la
que se solicitaba a dos alumnos participantes de los grupos de teatros de las
Universidades que pertenecen el CoNUT para que tuvieran más protagonismo en las
actividades orientadas hacia uno de los eventos más importantes de las
Universidades en materia teatral: El Encuentro Nacional de Teatros
Universitario (ENTU). Nos fuimos al cine junto con Blanca María Valdés,
estudiante de tercer año de la Lic. en Ciencias de la Comunicación que también
asistió a dicha reunión. Los tres decidimos que al salir de la reunión iríamos
al cine, porque creo que, además del trabajo, es muy importante compartir con
los alumnos momentos que nos hacen crecer como amigos. José al ver que el cine
era más grande hizo referencia a que en Santa Ana se carece de infraestructura
más amplia en todos los ámbitos; lo que me hizo reflexionar en lo siguiente.
Es
cierto, yo también sentí que todo era más pequeño en Santa Ana. Si El Salvador
es muy pequeño, todo es pequeño, en Santa Ana mucho más. Acá todo mundo se
encuentra más seguido, además la población es menos, los centro comerciales son
más reducidos. Esa misma sensación tuve yo desde que me dediqué a viajar a Santa
Ana por mi trabajo como docente del grupo de teatro institucional de la
Universidad Autónoma de Santa Ana (UNASA).
José
Abraham como otro estudiantes son beneficiarios directos de este proyecto, que
a mi llegada, además de brindar el servicio a jóvenes estudiantes de las
distintas carreras de UNASA, se abrió las puertas a todos aquellos que no
pertenecen a la Universidad y que estudian, ya sea en último año de
bachillerato o en otras Universidades. Gruta, es el único proyecto de 5 años consecutivos
en la zona; otras Universidades de occidente no tienen un grupo de teatro
institucional, es decir, Gruta es el único respiro en Santa Ana para la
juventud que quieran desarrollarse en áreas del artes y específicamente el
teatro. A UNASA viene alumnos de distintas instituciones y de los lugares
aledaños. Gruta pues, lo conforman tanto estudiantes de UNASA y externos. José,
después de terminar bachillerato, se unirá a la Escuela de Comunicaciones de
ésta Universidad, y contrario a lo que se podría pensar en que la estrategia es
halar estudiantes de otras instituciones hacia UNASA, lo cierto es que él
además, fue beneficiado el año pasado con una beca completa para sus estudios;
beca que ganó como escritor gracias a un concurso de literatura que organiza
Nueva Acrópolis con la que se colabora regalando becas completas para todos sus
estudios superiores.
Realmente
no intento hacer una apología sobre la labor de la Universidad, los hechos de
Proyección Social son evidentes y hablan por sí mismos. Lo que intento escribir
son mis apreciaciones de las transformaciones que este tipo de proyectos tiene
sobre los alumnos, independientemente sea su proceder y de cómo este trabajo se
ubica en un contexto en el que al parecer el acceso al arte es mucho más difícil.
José
Abraham simplemente es una muestra de estas transformaciones, al igual que
Blanquita, una de las mejores estudiantes de Comunicaciones, Christian que está
involucrado en todos, o Vilma que estudia psicología en la UES entre otros.
Ellos me han permitido observarlos, compartir con ellos, reflexionar, aprender,
etc. Creo de todos modos que este proceso formativo ha sido recíproco durante
dos años que llevo con ellos. Nos
reunimos todos los sábados y días especiales si surge algún evento que atender.
Ellos viven emocionados haciendo teatro, es como un espacio de respiro y de
aprendizaje al igual que para mí. Es el día en que podemos llegar con ropa
cómoda, quitarnos los zapatos, jugar, gritar, ser nosotros mismos. El teatro
nos lo permite. El teatro nos ayuda a quitarnos máscaras sociales (irónicamente)
para ser tal cuales somos, o simplemente intentar aprender a conocernos.
Una plegaria para los salvajes de
corazón que se encuentran enjaulados (Tennesse Williams –Dramaturgo estadounidense)
Ellos,
mis alumnos y yo, hemos descubierto el mundo del teatro, cada día aprendemos
algo nuevo de la vida misma, somos como pájaros, éramos como pájaros enjaulados
y nos encontramos, nos liberamos. Yo suelo hacer un ejercicio teatral propuesto por Augusto Boal (pedagogo teatral):
jugamos a ser desconocidos que se van en un crucero y aprendemos a conocernos
allí, sea cual sea nuestra relación anterior. El teatro es o debe ser un mundo
nuevo, es un viaje nuevo durante un tiempo de nuestras vidas, un viaje que
tiene que ser satisfactorio, lúdico, lleno de felicidad.
Hace
un tiempo ellos se liberaron más. Hemos entrado a una etapa donde construimos
un espectáculo con material real, de historia propias de sus vidas. Cada uno
tenía la tarea de contar una experiencia que tuviera que ver con sus propios
miedos y de cómo se mira esa historia con ojos nuevos. Así, “La Primera vez”,
título que le di al trabajo, se ha ido convirtiendo no solo como un espacio de
catarsis sino como un espacio creativo, de sus mismas historias. Estamos construyendo
escenas, y de las escenas haremos una dramaturgia completa. Hay en este
ejercicio escénico de todo, desde lo más bizarro, hasta lo más crudo. En este
trabo se evidencia que en un lugar donde todo es pequeño tenemos personas muy
grandes, jóvenes que se quieren comer el mundo de golpe, con fuerza, con ganas.
Es
cierto, en Santa Ana todo es pequeño, bueno, en El Salvador, incluso las
personas somos pequeños, pero parece que esa pequeñez no es una limitante, las
puertas que se abren por cada uno de los que construimos este país e intentamos
que se abran bien, como se debe. Creo que la necesidad, así como hizo erguirse
al neandertal, nos va haciendo crecer a nosotros. La ventaja de
pertenecer a un grupo de teatro es que no tiene una calificación alguna.
Calificar alumnos sería descalificarlo, la tarea que como docente tengo es
guiarlo y no cuantificar su comportamiento. En Gruta nadie tiene la obligación
de formar parte, allí todo están por su propia voluntad e interés, crece el que
quiere crecer. Poco a poco se van haciendo grandes.
Arthur
Miller, otro dramaturgo estadounidense el respecto solía decir que hay una
energía potencial en la juventud que hace que las cosas exploten con fuerza.
Así sucede con mis alumnos de Gruta, abren sus vidas y explotan en escena.
Ellos hablan de de su infancia, de sus problemáticas, de a mores y desamores,
aunque no se puedan tratar, solo en el hecho de contarnos y de socializar
nuestras vidas ya estamos haciendo mucho para construirnos o reconstruirnos.
Hay un poder enorme en el teatro, en la forma de contar historias, en la forma
de compartirla, esa es la magia del teatro, un misterio: las historias reales o
ficticias no tocan. No todos los días nos presentamos ante al público pero sí
todos los sábados nos enfrentamos a nosotros mismos. Muchas cosas se quedan a puerta cerrada como la obra de Sartre,
se quedan en el aula, entre nosotros y otras sí, mostramos, aquellas que llevan
un toque de maquillaje. Entre nosotros hay una confidencialidad, somos una
familia. Esa fuerza de la que habla
Miller nadie la ve y nadie la ha visto en escena, solo en los ensayos entre
nosotros.
He
aprendido a ser menos anti social, porque lo soy, a pesar de ser actor y pareciera todo lo contrario, soy
como Lars el personaje de una película (Lars and the real girl) evito el
contacto humano, con ellos aprendí a ser recíproco. Creo que hago teatro porque
puedo tener contacto humano solo con personas especiales, porque no todos hacen
teatro, solo son escogidos, contados. En total hay un aproximado de 10
estudiantes constantes en Gruta y así como los amigos se pueden contar con la
mano, así mismo se pueden contar los interesados en desnudarse ante el público
sus corazones, sus historias. Esa es la verdadera importancia el arte de
actuar, contrario a que piensan que se hacen
mentirosos, no, no somos mentirosos, somos muy honestos, buscamos ser
honestos con nosotros y aceptamos a los demás. Aceptar las diferencias en gruta
es la única y gran regla de juego a seguir. Así es como nos transformamos en
seres sociales, así interactuamos.
Claro
que no todo es el paraíso, Gruta sufre de todo lo que sufren los grupos de
teatro en todo el mundo. Pero pareciera que ser jóvenes nos evita tomar las cosas
con menos rudeza y ser más flexibles.
Hay
alumnos que tenían una timidez increíble, otros que su actitud no colaboraba
para el trabajo en grupo. Gruta nunca ha discriminado la participación, cada
uno descubre su rumbo, tomas sus propias decisiones. No hay un colador que
determine quién es parte o quien no; quien se va es porque no encuentra lo que
busca. Luchamos sobre todo en aplacar las malas actitudes, el irrespeto y el
ego que no permite crecer y no permite aprender. Con cada montaje el
enfrentamiento es nuevo, así como el teatro, como en arte, no existe una
fórmula exacta o perfecta para crear.
Creo,
que lo más importante de Gruta no es el espectáculo, sino los días de ensayos,
o los días que no ensayamos y nos dedicamos a comer y platicar, creo que los
más importante como decía Victo Hugo: el
arte del actor se crea en privado y se
desarrolla en público. El trabajo de gruta es el aula u afuera de ella, no
es cuantitativo, no es público, se queda entre nosotros, se queda conmigo.
No
violentamos nuestros procesos naturales de aprendizajes, aprende cada uno en su
ritmo de vida y de acorde a su interés.
Aún
no hemos perdido la capacidad de sorprendernos. Yo los llevo a otras
actividades, vamos al cine, salimos a comer, vamos a los museo a San Salvador,
hacemos actividades en conjunto con otras instituciones. El panorama es más
amplio, más completo. Esa sí es una educación integral, o integradora, aún
tengo problemas con esa palabra.
Aprendemos, con toda propiedad, jugando, aprendemos para la vida.
Seguramente
puede que se dediquen a otra cosa y el teatro les haya ayudado grandemente a no ser actores de
la escena sino de la vida misma.
Y lo
que puedo decir a José Abraham sobre los espacios grandes o pequeños, es que
los espacios, los crea el actor.