miércoles, 21 de diciembre de 2011

Marguerite y Gustavo

« No se trata de un suicidio. Solo se trata de batir un record »
(Marguerite Yourcenar)
                      Y no se trata de un suicidio más, sino de un asesinato.
                    (Gustavo Solís)

A penas y estaba en el colegio. El menos vistoso de la clase, el que no tenia grupo, el que era raro y nadie le prestaba atención, se llamaba Gustavo Solís. Al otro lado, al frente, estaba la chica más guapa de la clase, su cabello largo y oloroso a flores, su nombre era Marguerite Yourcenar. Gustavo la veía con sus ojos tristes, y sus pecas tras las gafas resaltaban más con los rosado de sus mejías entre el lienzo de su piel blanca. Marguerite era morena e impecable y tenía muchos amigos. Gustavo no.

No hay nada que temer. He tocado fondo. No puedo caer más bajo que tu corazón.

Estando en una clase Marguerite necesitó ayuda de Gustavo.

Por mucho que yo cambie, mi destino no cambia. cualquier figura puede inscribirse en el interior de un círculo.

Con una gran alegría Gustavo prestó, inmediato, la ayuda a Marguerite. Ella muy satisfecha se enteró que existía Gustavo y lo invitó a un helado.

No darse ya es seguir dándose. Es dar nuestro sacrificio.

Desde aquel entonces comenzó una gran amistad. Gustavo no podía creer como la chica más guapa de la clase era su única amiga en el colegio. Con el valor que da el amor, un día Gustavo se arriesgó demostrarle con un regalo que siempre la había amado. Se presentó al colegio con una caja de chocolates. Todos se burlaron de él pero con la frente muy en alto la colocó en la mesita de Marguarite. Ella platicaba con sus amigas, al escuchar el escándalo, giró y se topó con un regalo en su mesa. Los calló a todos y aceptó con ternura el regalo que le daba su amigo. Disfrutaron de un día maravilloso. Ambos se comieron todos los chocolates hasta estar mareados de tanta azúcar, les dolía el estómago no solo de la comida, sino de la risas por lo bien que la pasaron.

Un niño es un rehén. La vida nos tiene atrapados.

Gustavo caminaba sobre las flores. Amanecía suspirando y soñando con su amor, su primer amor, su amor virginal.

Se llega virgen a todos los acontecimientos de la vida. Tengo miedo de no saber cómo arreglármelas con mi dolor.

Continuaron los días en los que el circulo de amistad de Marguerite se reducía a Gustavo. Marguerite había descubierto en Gustavo lo que los demás niños y niñas no tenían. Su percepción del mundo. Compartía muchas de las frases que solía usar Gustavo. Ambos amaban a Shakespeare y les encantaba releerlo juntos, comentarlo y ver películas sobre él.

En el avión, cerca de ti, ya no le tengo miedo al peligro. Uno solo muere cuando está solo.

Después de mucho tiempo, y de tantos regalos, Gustavo estaba decidido a darle un beso, no sin antes confesarle todo lo que sentía a través de una hermosa y larga carta de amor que más parecía un poema desplegable. Ese día llegó temprano al colegio. Marguerite no había llegado aún. La esperó impaciente. Cuando vuelvo a verte, todo se torna limpio. Acepto sufrir.

Sonó la campana de ingreso a clase, cuando apareció con sus compañera que desde hace mucho no frecuentaba por que rechazaban a Gustavo. Pensó Gustavo que, al pasar de largo Marguerite y no saludarlo, era quizá porque se había peinado esa vez y que no lo reconocía.

No hay nada más sucio que el amor propio.

Todos estaban listos esperando a la maestra. Gustavo se dirigió como la primera vez a la mesa de Marguerite y le colocó la carta en su mesa. Marguerite no tardó en darse la vuelta y la apartó hacia la esquina, casi cayéndose. Gustavo son su risa nerviosa y ante los ojos silenciosos de los demás, empujo nuevamente la carta, hacia el brazo de Marguerite. Ella giró con brusquedad y le dijo – ¡No! – empujando a la vez, el papel.

No hay amor desgraciado: no se posee sino lo que no se posee. No hay amor feliz: lo que se posee, ya no se posee.

Pasmado, Gustavo, abrió sus ojos preguntando qué le pasaba. Ella volvió con sus amigas ignorando por completo la presencia de Gustavo. La piel blanca de Gustavo se puso colorada de la vergüenza, por primera vez sintióse de verdad solo.

El amor es un castigo. Somos castigados por no haber podido quedarnos solos.

 – Marguerite, qué pasa – balbuceó Gustavo. Con unos ojos quemadores Marguerite puso punto tomando la carta y poniéndola en las manos de Gustavo, viéndolo a los ojos le dijo: – Gustavo, no -

¿A dónde huir? Tú llenas el mundo. No puedo huir más que en ti.

Gustavo no se quedó a la clase, tomó sus cosas y se marchó. Camino a su casa que quedaba muy lejos del colegio, lloró amargamente, pensando por qué su Marguerite reaccionó de esa manera si eran los mejores amigos. Caminó tanto, no deseando llegar a su casa, sino al fin del mundo. Cansado calló junto aun árbol y ahí lloró toda la mañana, todo el medio día, toda la tarde…

Hace seis días, hace seis meses, hizo seis años, hará seis siglos… ¡Ah! Morir para detener el Tiempo…

Entrada la  noche regresó a su casa siguió, mojó la sábanas de lágrimas toda la noche. Sus padres creyeron que estaba enfermo y por eso se ausentó. Reflexionó Gustavo y al tercer día volvió a clases.

Se dice: loco de alegría. También podría decirse: cuerdo de dolor.

Silencioso otra vez, volvió al colegio. Nadie se percató de su ausencia, ni siquiera que había vuelto. Se sentó de nuevo en el mismo pupitre de atrás y apretó muy fuerte la madera cuando Marguerite entró muy alegre con sus amigas y se sentó en lugar de siempre. Comenzó la clase, pasaron los días.

Todo, para todos, continuó igual.

Después de todo Gustavo siguió con su vida habitual, amando a Maguerite en secreto, naturalmente como lo había hecho, como lo seguiría haciendo toda su vida y cómo la recordaría el día en que escribió estando ya muy mayor, lo siguiente:

Aún me queda una sucia esperanza. Cuento a pesar mío, con una solución de continuidad del instinto: lo equivalente, en la vida del corazón, al acto del distraído que se equivoca de nombres y de puertas. Te deseo con horror una traición de Camilo, un fracaso junto a Claudio y un escándalo que te aleja de Hipólito. No me importa cuál sea el paso en falso que te haga caer sobre mi cuerpo.


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